De mármol, blancas, tus manos.
De canela, de café, de noche...
Tus ojos.
De ciruelas, frambuesas; carmesí violacio...
Tu boca.
De oro, de trigo oscuro, tu pelo.
Pero te miro y estás gris, y ya negro el cielo...
¡ya no hay nada!
Maldita la hora en que los cuervos serpentean hacia la misma dirección...
Descansan ahora sobre tu cuerpo; mientras, viene ella.
¡Ella! la que a todos iguala, la que todo se lleva.
No va quedando nada, mi amor.... Nada.
Escrito por Melanie R. Curi