Hola a todos! en esta oportunidad podrán ver el cuento de "Caperucita" / "Caperucita Roja" pero en la versión de Charles Perrault, reconocido escritor francés del siglo XVIII, que se ocupó de recopilar los cuentos tradicionales infantiles, al igual que los hermanos GRIMM.Estos cuentos que fueron recopilados, eran de tradición oral y cada uno posee una significación que quizá no se vea a simple vista.Esta versión incluye una moraleja, que nos muestra el origen de este relato oral. Si bien nos quedan en el tintero, un montón de aspectos para analizar. No es casualidad que el color de la caperuza usada por la protagonista sea de color rojo... Lo demás se los dejo a ustedes.
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CHARLES PERRAULT. |
Caperucita
Roja
Charles Perrault
Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se
hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más
todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le
sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma;
llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro
pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo
muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por
ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era
peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla
que mi madre le envía.
-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.
-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá
lejos, en la primera casita del pueblo.
-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por este
camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más
corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en
correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba.
Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.
-¿Quién es?
-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le
traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le
gritó:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena
mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En
seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a
Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
-¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero
creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de
mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el
lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a
acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al
ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita
Roja y se la comió.
Moraleja
Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.