sábado, 23 de abril de 2016
Dueles
Apenas terminábamos de besarnos, me acomodé en su pecho. Una de mis blancas y pequeñas manos, descansaba en su nuca y tocaba cada uno de sus lunares. La otra, en cambio, descansaba en su pecho y se dedicaba a dibujar círculos e infinitos espirales sobre su piel. Mientras lo iba mirando apasionadamente, nuestras pupilas se fundían, se distanciaban y se volvían a encontrar. En cuestión de segundos él ya era una extensión de mi propia piel. Nos quedamos así un par de horas, uno al ladito del otro, sintiéndonos, rozándonos, respirándonos, comiéndonos, digiriéndonos. No se trataba de otra cosa que no fuera amor, y del más puro. Mis dedos, ahora iban subiendo y acariciaban su cara, sus labios. Él, por su parte, dejó caer en mi frente un beso cálido. De esos que te hacen sentir invencible. Iba cayendo la noche, y sabía que se acercaba ese inevitable final. Por entonces, nos levantamos de aquel banco de aquella plaza, en la cual destinamos dos intensas horas a querernos. Nos dirigíamos a la estación de tren, agarrados de la mano. Estas, amalgamadas y entrecruzadas, me mostraban su mundo. Al llegar a la estación, nos despedimos con un beso corto, en el que presioné mis labios con los suyos, y juramos volver a vernos. Sí, lo juramos… Pero no… Pasaron días, meses lejos el uno del otro, y aún no sé el porqué. Nuestra única y escasa comunicación era por carta. Nuestros deseos más ínfimos estaban reflejados con total diafanidad en cada una de las palabras que nos proferíamos. Soñábamos con hacernos el amor, y con revivir aquel día que por entonces nos era tan lejano. Pero un día sin motivo alguno, dejó de responder. Lloré mucho, sí, y aún lo sigo haciendo. Durante ese tiempo me dediqué a perderme. Moría y renacía constantemente… Pateé y golpeé cada pared de la casa, un golpe por cada beso que nos dimos… Y por los que no nos dimos, también. Ahora, terminé de desangrar y ya nada me queda. Me encerré por siempre en este inevitable vacío en el que ya no puedo esperar nada de nadie, menos de la vida. No sé si volverá, ni sé lo que pasó, pero lo quise de verdad y es probable que lo siga queriendo. “Quién de verdad te ama no te hace sufrir” gritan por ahí, y puede que sea cierto. Pero el amor duele, por lo menos a mí me ha dolido siempre.M.R.C
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